Muchos no lo recuerdan, pero el quinteto original “Les Luthiers” fue fundado en 1967. Así es,
han pasado ya cincuenta y un años desde que se introdujo este grupo poco ortodoxo que
conquistó a los hispanohablantes que pudieran visitar.

La escuadra de cinco que perduró por más tiempo, Carlos López Puccio, Carlos Núñez Cortés,
Jorge Maronna, Marcos Mundstock y Daniel Rabinovich, llenó corazones, estadios y teatros. Y
como no, si la originalidad de los instrumentos y elementos utilizados en los números
musicales era complementada con inteligentes juegos de palabras, que partieron a carcajadas
hasta a los públicos más exigentes.

Sus números moldearon, hasta educaron, a poco más de una generación que, presentación
tras presentación, acudió a ver a esta banda de locos brillantes y creció con ellos a cada paso.
Pero el tiempo pasa, las cosas cambian y la gente se va. La despedida de Daniel Rabinovich
significó el adiós de números como: “La carta mal leída”, uno de los más icónicos y mejores
chistes del grupo; y “Lutherapia”, que sirvió para la introspección tanto de Daniel como del
insuperable Johann Sebastian Mastropiero. [Nombremos también “La payada de la vaca” que,
aunque adaptable, resulta imposible concebir sin Daniel].

La partida voluntaria de Carlos Núñez Cortes, en el marco del aniversario 50° de “Les Luthiers”,
no fue menos dolorosa. Fanáticos de todo el mundo piden que, por lo menos una vez más, se
tiente y de un último gran espectáculo en ese piano, que lo quería tanto como ellos.
Por supuesto, el show debe continuar, y así fue. En 2015 se sumaron Horacio Turano y Martín
O’Connor que estuvieron a la altura del legado que les precedía y, superando expectativas, se
volvieron tan icónicos como el grupo mismo. En estos términos, se espera mucho de Tomás
Mayer Wolf, que se convirtió en integrante oficial este mismo año.

Tucumán nunca fue excluido del fanatismo “Luthier”, y el Teatro Mercedes Sosa fue el punto
de encuentro de los amantes de este espectáculo cómico-musical otra vez en 2018. Se
presentó su más reciente espectáculo, “Gran Reserva”, que contó con números que, aunque
ya conocidos, fueron unánimemente aplaudidos:
– Entreteniciencia familiar
– Lo que el sheriff se contó
– Perdónala
– Buscando a Helmut Bösengeist
– San Ictícola de los peces
– Música y costumbres de Makanoa
– La hora de la nostalgia
– Quien conociera a María amaría a María

– La balada del 7º regimiento
– Rhapsody in balls
– Ya no te amo, Raúl

Así, las 3 noches de presentación se llevaron a cabo con mayor naturalidad. La audiencia no
podía contener la necesidad de deshacerse a aplausos con la aparición de los Luthiers, sus
únicos y creativos instrumentos musicales, y la mención del infame Johann Sebastian
Mastropiero.

A la salida de las noches de función, los fanáticos del entrañable grupo se pudieron dar cuenta
de que, en efecto, estos ídolos ya estaban grandecitos…
Jorge Maronna fue el primero en salir. La melena oscura y ondulada que supo acompañarle
por tanto tiempo se había teñido de color gris. Aún con clase y elegancia, aceptó tomarse
algunas fotos antes de partir.

Marcos Mundstock salió del Mercedes Sosa acompañado por un guardia de Seguridad, no por
algún riesgo de violencia física sino para pedirle a las personas que allí estuvieran que por
favor no tomaren fotografías con flash puesto que le hacía mal a los ojos.

Han pasado un par de días desde entonces y uno puede llegar a la conclusión de que Les
Luthiers sigue siendo más que un grupo de hombres creativos, y que se mantiene (y lo seguirá
haciendo) como uno de los espectáculos más imaginativos y originales de la historia hispana,
no importando como el tiempo les esté afectando, puesto que su grandeza de mantiene con el
espíritu joven con el que el proyecto nació y con el corazón de niño con el que nos disponemos
a presenciarlo.

Por: Pablo Facundo Valero.

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